Maestros espirituales de la devoción a la Eucaristía
Fuente Julio Cesar Fernández García
San Ignacio de Antioquía
San Ignacio De Antioquía fue un obispo mártir de la ciudad de Antioquía del Orontes, Antioquía “la Grande” o Antioquía “la Bella” que, en aquella época, era la urbe más poblada tras Roma y Alejandría.
Según los “Hechos de los Apóstoles” (Hch. 11,26), fue el primer lugar donde los discípulos se llamaron cristianos. Era la aparición de una “tertium genus”, un tercer género o grupo que no eran judíos ni paganos.
Ignacio se llamó a sí mismo Theophoros –portador de Dios- y se cree que fue discípulo de San Juan Evangelista. Fue uno de los Padres Apostólicos, es decir, uno de aquellos escritores cristianos del siglo I y comienzos del II cuyas enseñanzas proceden muy directamente de la predicación de los Apóstoles. Fue encarcelado durante el mandato de Trajano y condenado a ser arrojado a las fieras durante las celebraciones de las fiestas dácicas en las que los romanos habían puesto fin a las guerras con los pueblos de la orilla izquierda del Danubio, especialmente los dacios.
Utilizó el género epistolar para comunicar ideas y opiniones redactando siete cartas en pocos días, mientras era trasladado desde Siria a Roma, en alguna de las cuales hace referencia a la alegría que le producía, basándose en la fe, la palma de un martirio insólito:
“…para ser trigo de Dios, molido por los dientes de las fieras y convertido en pan duro de Cristo”decía en su carta a los romanos.
Todas las misivas suponen una gran y necesaria fuente para conocer a Ignacio de Antioquía. Están divididas en dos grupos: cuatro de Esmirna y tres de Alejandría de Tróade.
En la carta a los filadelfios dice, entre otras cosas, que “algunos celebraban la Eucaristía por su cuenta” añadiendo: “Mi archivo es Jesucristo, su cruz, su muerte, su resurrección y la fe que de él me viene” (Ad. Phil. 8,2).
En la carta a los esmirniotas incluye una frase célebre:
“Donde está el obispo está la comunidad, así como donde está Jesucristo está la Iglesia Católica”Célebre porque es la primera vez en la literatura cristiana que se utiliza el adjetivo Católico aplicado a la Iglesia. Católico es un término griego que significa Universal y que hoy se acepta tanto para la Iglesia Católica Apostólica romana, como para la Iglesia Ortodoxa.
Las expresiones que utiliza Ignacio sobre la Eucaristía, el Logos y el Espíritu Santo, son propias de San Juan en su Evangelio, con una clara influencia como han demostrado muchos eruditos.
En su carta a Policarpo, joven obispo de Esmirna, le recomienda cuando le llevaban desde Antioquía a Roma para ser arrojado a las fieras:
“Sé sobrio como el atleta”. “Dedícate a la oración”. “Pide más conocimiento”. “Mantente firme como un yunque” (Ad. Pol).Su fiesta se conmemora el 1 de febrero.
Fuente Julio Cesar Fernández García
San Justino
San Justino fue sobre todo un filósofo que tuvo varios maestros. Procedía de una familia gentil; apologeta y buscador de la verdad, culminó su vida de entrega ideológica con el martirio.
Había nacido hacia el año 100 en Flavia Neapolis, actual Nablus, en Cisjordania, Samaria, construida en el emplazamiento de la antigua Siquem, entre Galilea y Jerusalén, no lejos del pozo de Jacob donde Jesús anunció a la samaritana el culto nuevo, muriendo en Roma cerca del año 165.
Perteneció, según la época, a varias escuelas (pitagórica, aristotélica, estoica o platónica) hasta que la lectura de las Sagradas Escrituras hizo que se decantara sólidamente por el cristianismo.
Tuvo escuela en Roma, donde enseñó que lo más destacado de la filosofía pagana procedía, por influencia o plagio, de la revelación mosaica o de la cristiana. Su itinerario espiritual queda bosquejado en sus dos “Apologías” y en el “Diálogo con Trifón”. Al final de su vida se instaló en Roma donde fundó el “Didascáleo romano”, escuela de filosofía cristiana y allí, en la capital del imperio, sufrió martirio durante el mandato del emperador Marco Aurelio, rodeado de sus discípulos.
En el capítulo 2, versículo 42, de los “Hechos de los Apóstoles” se puede leer: “Perseveraban asiduamente en la doctrina de los Apóstoles y la comunión en la fracción del pan y en las oraciones”. Por ello su conocido discurso eucarístico es citado como referencia de cómo vivían su fe los primeros cristianos.
Su fe eucarística se recoge en su actividad “Un día del sol” “…luego se lleva al que preside el pan y una copa con vino y agua mezclados. El que preside los toma y eleva alabanzas y gloria al Padre del universo por el nombre del Hijo y del Espíritu Santo, dando las gracias largamente porque hayamos sido juzgados dignos de estos dones. Luego se distribuye a los presentes el pan y el vino “eucaristizados”.
“Así como Cristo, nuestro salvador, se hizo carne y sangre a causa de nuestra salvación, de la misma manera hemos aprendido que el alimento sobre el que fue recitada la acción de gracias, que contiene las palabras de Jesús y con que se alimenta y transforma nuestra sangre y nuestra carne es precisamente la sangre de aquel mismo Jesús que se encarnó”.
“Los Apóstoles, en efecto, en sus tratados llamados Evangelios, nos cuentan que así les fue mandado cuando Jesús, tomando pan y dando gracias dijo: “HACED ESTO EN CONMEMORACIÓN MÍA. ESTO ES MI CUERPO”. Y luego tomando del mismo modo en sus manos el cáliz, dio gracias y dijo: “ESTA ES MI SANGRE”. Desde entonces seguimos recordándonos unos a otros estas cosas y siempre que presentamos nuestras ofrendas alabamos al Creador de todo, por medio de su hijo Jesucristo y del Espíritu Santo” (San Justino; carta al emperador Antonino Pío. Año 155).
Fuente Julio Cesar Fernández García
San Ireneo De Lyon
San Ireneo De Lyon, Apologista y Padre de la Iglesia, nació en Esmirna, Anatolia, (actual Turquía) cerca del año 130, muriendo en Lyon, donde fue obispo, más o menos, en el año 202.
Fue ordenado sacerdote en aquella ciudad francesa por San Potino, a quién sucedió en su sede episcopal el año 189, interviniendo ante el obispo romano Víctor, en 190, para que no separara de la Eucaristía a los cristianos orientales que celebraban la Pascua el mismo día que los judíos. Discípulo de San Policarpo, obispo de Esmirna, quien le envió a Las Galias hacia el 157, habiendo sido éste discípulo a su vez del Apóstol Juan. También fue enviado al papa Eleuterio para rogarle, piadosamente, en nombre de la unidad de la Iglesia, que tratase con benevolencia a los montanistas de Frigia.
Su nombre sobresale en la lucha contra los agnósticos como se demuestra en su “Tratado contra los herejes” (Adversus Hæreses).
Su Regla de la Verdad se resume así: hay un solo Dios Soberano Universal que creó todas las cosas por medio de su Verbo que ha organizado y hecho de la nada todas las cosas para que existan.
Ireneo es un defensor de la tradición, pidiendo coherencia con las Escrituras como fuente, base y norma de la fe. Es un exégeta, sobre todo de San Pablo y de San Juan, de tal manera que cuando él los explica e interpreta, parece que hablan ellos mismos. Posee un especial gusto y dedicación por la antropología como demuestra con su “Salus Hominis”, orientado específicamente a la salvación del hombre y derivado claramente de las lecciones y textos del Génesis. Ireneo dice que sólo hay un hombre que asume todas las sustancias. “Car Capax Salutis”: carne capaz de salvación donde ésta se diviniza por el Hijo de Dios.
El hombre es un microcosmos que atesora un resumen de toda la creación.
Su fiesta se conmemora el 28 de junio.
Fuente Julio Cesar Fernández García
San Tertuliano
San Tertuliano. Quintus Septimius Florens Tertullianus, apologista y teólogo nacido en Cartago hacia el año 155; murió en la misma ciudad del N. de África (Túnez) alrededor del 220. Realizó estudios en Roma al ser hijo de un centurión, incluso, parece que ejerció la abogacía lo que le permitió relacionarse con gran parte de la sociedad romana. Terminó convertido al cristianismo y volviendo a África hacia el año 195, donde ya se dedicó a la defensa de la fe, su fe, católica como se demuestra por la confección de unos veinte tratados, entre ellos: “Ad Martyres” (c. 197) o “De Praescriptione Haereticorum” (c. 200).
Quizá, debido a su rigorismo moral, Tertuliano se separó de la iglesia para adoptar las ideas montanistas (Doctrina herética de Montano en el siglo II que arruinaba la autoridad y la jerarquía pretendiendo tener el don de la profecía, si bien su moral era muy austera). Solamente respeta a los fieles en contacto directo con el Espíritu Santo, rechazando a los que tienen mínimas debilidades. Junto con Orígenes son los únicos Padres de la Iglesia no canonizados.
Estuvo casado (el celibato fue obligatorio en la Iglesia de Cartago varios siglos más tarde), lo que está confirmado porque dejó dos libros dedicados a su esposa, aunque se opuso a la bigamia.
Luchó contra la herejía y llegó a ser maestro de Cipriano de Cartago, predecesor de Agustín.
Tertuliano cree que el Logos de Dios es Dios, en sentido derivado, por ser de la misma sustancia de Dios. Dios que viene de Dios como luz que proviene del sol. “Yo y el Padre somos uno”. Juan 10:30. Fue el primero en utilizar la palabra “Trinitas” utilizando además otra palabra, sustancia, para definir la unidad entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Sus escritos están incluidos en los volúmenes I y II de la Patrología Latina, relacionados con la Apologética, Polémica, Dogmática y Moral.
Fuente Julio Cesar Fernández García
San Cipriano
San Cipriano, obispo y mártir nacido en Cartago a principios del siglo III. Murió martirizado en la misma ciudad del norte de África, hacia el año 258. De origen rico y distinguido donó, tras su bautismo (c. 245-248), una parte de sus bienes a los pobres de Cartago.
Antes de convertirse al cristianismo era retórico. En 250 fue obispo de Cartago. La persecución de Decio, emperador romano entre 248 y 251, que quiso reimplantar la religión romana persiguiendo a los cristianos, obligó a Cipriano y los suyos a defenderse, cosa que logró gracias a las ofensivas godas en el Danubio y de los blemios en el Alto Egipto, abandonando por ello el emperador las persecuciones en 251.
A su vuelta Cipriano se encontró con otro problema: el de los lapsi, (cristianos que habían vuelto al paganismo para librarse de las persecuciones) y el de la excesiva indulgencia de algunos confesores con los apóstatas e, incluso, la excesiva dureza de otros. Los libellatici, -cristianos que habían obedecido al emperador- serían readmitidos tras un arrepentimiento sincero.
En 255 afloró otro problema para los obispos de África: el del bautismo conferido por los herejes, al que tanto Cipriano como otros obispos negaban validez aunque, por otra parte, era aceptada por el papa ESTEBAN I, quien había defendido por primera vez, que la Iglesia de Roma no sólo tenía autoridad moral sobre las restantes iglesias de la cristiandad, sino que además tenía una autoridad jurídica que le permitía imponerse en el mundo religioso.
Cipriano de Cartago defendió la autoridad de todos los obispos de la Iglesia por igual y que cada uno es sucesor de Pedro en su diócesis.
Además a partir de 255 tuvo una nueva controversia con Esteban, porque este declaró que el bautismo realizado por herejes era válido si se administraba en nombre de Cristo o de la Santísima Trinidad. Cipriano por su parte, creía que fuera de la iglesia no podía haber verdadero bautismo.
El enfrentamiento entre ambos fue grande pero la persecución de Galo y Valeriano vino a poner paz entre estos dos grandes hombres, por reacción ante el enemigo común. San Cipriano fue desterrado a Corubis, pequeño asentamiento del norte de África; a los pocos meses fue decapitado. Está considerado como uno de los más ilustres Padres de la Iglesia latina que, además, ha escrito y dejado para la posteridad numerosas obras como, “De unitate Eclesiae”; “De lapsis”; “De exhortatione martyri”.
Su fiesta es el 16 de septiembre.
Fuente Julio Cesar Fernández García
San Clemente De Alejandría
San Clemente De Alejandría, Escritor escolástico, Padre de la Iglesia, que no nació en Egipto, como muchos han creído, sino en Atenas, según confirma el historiador del siglo VI, Epifanio Escolástico. Vino al mundo hacía el año 150 y falleció entre el 211 y el 216.
Era hijo de paganos de clase pudiente lo que explica que, con frecuencia, aludiera en sus obras a filósofos y poetas griegos. Buscó por Grecia, Palestina, Italia y Egipto maestros cristianos. Al final llego a Alejandría “ciudad símbolo”, amalgama sincrética de diferentes culturas.
Durante la persecución del emperador Septimio Severo en 202-203, Clemente tuvo que refugiarse en Cesarea con el obispo Alejandro que lo era de Capadocia y más tarde lo sería de Jerusalén.
Fue director de la Escuela catequética de Alejandría sucediendo en la cátedra a Panteno (c.200). Iniciador del tratamiento científico de la teología; en su dimensión de apologista, se puede asegurar sin margen de error que fue un verdadero erudito. Como moralista erige el conocimiento (gnosis) a ideal del cristianismo en que la negatividad del pecado tiene su origen en la ignorancia.
Los filósofos gentiles, sobre todo Platón, estaban, según Clemente, en el buen camino para llegar a Dios. Este tema fue tratado en el primer escrito, “Protético” o “Exhortación”. Para aquellos que se convierten para seguir a Cristo, Clemente dedica su segunda obra, “El Pedagogo”, “El Preceptor” en el que desarrolla la ética cristiana.
En los “Stromata” o “misceláneas”, por la variedad de temas, el propio Jesucristo es también “Didascalo” o sea “maestro” donde propone profundas enseñanzas a los que ya son cristianos.
“Quis divis salvetur” toma como inspiración a Marcos (10: 17-31) quien expresa que poseer riquezas no es ningún pecado, pero sí será condenado el que haga mal uso de ellas.
Fue maestro de Orígenes.
Fuente Julio Cesar Fernández García
San Origenes Adamantius
San Origenes Adamantius, teólogo y exégeta (Alejandría c. 183-186 – Tiro, c.252-254). Su padre Leónidas murió mártir en 202, por lo que Orígenes le sucedió en la dirección de un curso de gramática; después desde el año 203, tuvo a su cargo la escuela catequética de Alejandría durante 28 años por lo que, lógicamente, tuvo infinidad de discípulos.
Considerado como un Padre de la Iglesia Oriental destacado por su erudición, junto a San Agustín y Santo Tomás es uno de los pilares de la teología cristiana. Fue discípulo de Clemente de Alejandría y profesor de catecúmenos. Una vez ordenado sacerdote fuera de su diócesis en el año 230, fue excomulgado en un enfrentamiento con el obispo Demetrio, retirándose a Cesarea en 231. Allí cosechó una fama tan sólida que llegó hasta Roma.
Su enfrentamiento partía, según Eusebio y Focio, de la ordenación sacerdotal que Orígenes recibió sin conocimiento de Demetrio, por parte de Teoctisto de Cesarea y Alejandro de Jerusalén debido a que, según las ideas de la época, Orígenes no podía recibir las órdenes por ser eunuco ya que se habría castrado él mismo, en su juventud, en un arrebato de ascetismo.
Fue torturado durante la persecución de Decio, a consecuencia de cuyas heridas murió.
Escritor fecundo, polígrafo superactivo; escribió más de 2000 obras entre trabajos exegéticos sobre las escrituras, escolios, libros apologetas, libros polémicos, homilías, obras teológicas, etc.
Orígenes abrió caminos inéditos a todas las ciencias sagradas, y si bien fue reconocido por su erudición y su virtud, más tarde su doctrina el origenismo – con su principal error; la subordinación del Hijo al Padre y del Espíritu Santo al Hijo- fue condenada, después de su muerte por la Iglesia, concretamente, por el V Concilio ecuménico de Constantinopla en 533.
Fuente Julio Cesar Fernández García
San Atanasio
San Atanasio (Alejandría c. 295- id 373). Se le considera santo en las iglesias copta, católica, ortodoxa y anglicana. Además de en la Iglesia católica se le considera doctor y patriarca de Alejandría. Acudió a Nicea como compañero y diácono del entonces patriarca Alejandro. Él fue elegido patriarca el 328. Luchó por la fidelidad hacia el dogma aunque fue acusado por enemigos personales, y por los arrianos ante Constantino, por lo que fue depuesto y desterrado a Tréveris.
Entre sus prioridades destacó la evangelización del sur de Egipto para lo que nombró primer obispo a Filé y en Etiopía obispo de Axum a Frumencio. Fue reintegrado, y otra vez desterrado, esta vez por Constancio. Más tarde fue condenado de nuevo en Milán para volver al destierro en el 356.
La cosa no paró ahí porque regresó a Alejandría siendo de nuevo desterrado por Juliano “el Apóstata” en el año 363. Valente en el 365 lo volvió a desterrar y llamado de nuevo murió, al fin en su sede, en el 373.
En su etapa de destierro en el desierto egipcio, desarrolló una gran vocación por el monacato convirtiéndose, además, en biógrafo de Antonio Abad.
Sus escritos ocupan cuatro volúmenes que tratan, la mayor parte de ellos, de su controversia con los arrianos (partidarios del heresiarca Arrio de Alejandría según cuyas tesis, Jesucristo no era verdadero Dios, sino que sólo se le podía llamar así, figuradamente). En España el arrianismo desapareció con Leovigildo; su hijo Recaredo atendiendo a San Leandro, en el III Concilio de Toledo (587), abjuró de la herejía.
Dejó también obras exegéticas y tratados ascéticos.
Fiesta el 2 de mayo.
Fuente Julio Cesar Fernández García
San Cirilo De Jerusalén
San Cirilo De Jerusalén. Cyrillus Hierosolymitanus, miembro destacado de la patrística. Doctor de la Iglesia y obispo de Jerusalén (Jerusalén c. 315 id 386) donde fue nombrado el año 350. Sufrió tres exilios, 357, 360 y 367, no recuperando su sede hasta 378.
Defendió la fe de Nicea en el concilio de Constantinopla de 381. En Jerusalén ejerció la enseñanza ya que fue el encargado de la instrucción de catecúmenos debido a lo cual escribió sus “Catequesis” llenas de amor pastoral, porque cada lectura está apoyada en un texto de la Escritura. Son veintitrés lecturas donde las cinco últimas se orientan a la preparación de los recién bautizados para recibir la comunión.
Su doctrina sobre la eucaristía es sólida y concreta. El pan y el vino no son meros elementos, sino el cuerpo y la sangre de Cristo.
Para él, el gran remedio contra el pecado es el arrepentimiento.
Fuente Julio Cesar Fernández García
San Juan Crisóstomo
San Juan Crisóstomo fue padre de la Iglesia de Oriente y patriarca de Constantinopla. Nació en Antioquía (Siria) hacia el 344 y murió cerca de Cumares, en Capadocia, en 407. Su apellido, Chrysostomos, quiere decir “boca de oro”. Fue discípulo de Libanio de Antioquía e hizo penitencia durante cuatro años en el desierto, dedicándose luego a la predicación donde destacó por su elocuencia – de ahí su apelativo-.
Estudió teología con Diodoro de Tarso mientras se sometía a un riguroso ascetismo, llegando a ser eremita hacia el año 375. Su principal tarea durante doce años consistió en predicar, llegando a ser muy popular debido a la calidad de su verbo. Fue proclamado patriarca de Constantinopla a la muerte del patriarca Nectario en 398.
Se creó una alianza contra él entre Elia Eudoxia esposa de Arcadio, Teófilo y el clero molesto porque San Juan Crisóstomo había censurado sus costumbres y comportamientos, por lo que tomaron represalias en el sínodo de la Encina cerca de Calcedonia en 403. Luego fue exiliado dos veces y murió en el 407 durante su marcha hacia el Cáucaso.
Los que le persiguieron fueron excomulgados por el papa Inocencio I, no obstante la oposición del emperador Arcadio.
Fue el orador más grande de todos los padres de la Iglesia griega; la reseña de su vida fue escrita por Paladio. Dejó muchas obras, entre ellas: “Comentarios sobre los profetas y el Nuevo Testamento”, “Sobre el Génesis y el Antiguo Testamento” así como las “Homilías sobre el retorno de Flaviano”. Las ocho primeras homilías (387) supusieron un duro alegato contra los judíos: “Adversus judaeos”.
La Iglesia le reconoce como uno de los doctores por voluntad de Pío V, en 1568; más tarde Pío X le declaró patrono de los predicadores.
Sus últimas palabras fueron “Dexa to theo panton heneken” = Gloria a Dios por todo.
Festividad 27 de enero.
Fuente Julio Cesar Fernández García
San Hilario
San Hilario, obispo de Poitiers, padre y doctor de la Iglesia. Nació en Poitiers hacia el año 315, muriendo en la misma ciudad hacia el 367. Fue elegido obispo poco después de su bautismo en el año 350. Se le conoce como “Malleus Arrianorum” = Martillo de arrianos.
Debido a su fe, fue desterrado a Frigia (356-360) por el emperador Constancio II. Tomó parte en el congreso de Seleucia en 359; más tarde volvió a su diócesis siendo uno de los promotores del concilio de París del año 360.
Su obra más importante es un tratado sobre la Santísima Trinidad que sorprendió por su rigor a San Agustín. Fortunato y Sulpicio Severo escribieron sobre su vida. Fue declarado doctor de la Iglesia gracias a las aportaciones para la definición del dogma trinitario por el papa Pío IX, en 1851.
Fuente Julio Cesar Fernández García
San Ambrosio
San Ambrosio, fue obispo de Milán. Es uno de los cuatro padres de la Iglesia latina y uno de los treinta y cinco doctores de la Iglesia Católica. Nació en Tréveris hacia el año 340, falleciendo en Milán en el 397. Procedía de una familia noble, hermano de Santa Marcelina; fue funcionario del Imperio romano.
Elegido obispo por aclamación popular, fue bautizado, ordenado y consagrado en 374, en un plazo de ocho días. Su padre Aurelio Ambrosio era prefecto de la Galia Narbonense.
Ambrosio aprendió griego dedicándose en profundidad a estudiar teología y humanidades. Tras la matanza de Tesalónica en 390 prohibió al emperador Teodosio –segoviano de Cauca, hoy Coca– su entrada en sagrado y no consintió en administrarle la comunión antes de que realizara una larga expiación y cumpliera con el sacramento de la Penitencia.
En el año 393, Teodosio “el Grande” prohibió los Juegos por influencia de Ambrosio que los consideraba paganos. Este hizo grandes esfuerzos para lograr la independencia eclesiástica frente al estado. Bautizó a San Agustín de Hipona en cuya conversión también participó.
Gran parte de sus obras son de inspiración pastoral: homilías, tratados ascéticos, tratados dogmáticos y tratados morales. Fue el creador de nuevas formas litúrgicas con cantos, salmos e himnos compuestos por él mismo en muchas ocasiones. “Las vigiliae” que introdujo Ambrosio, se iniciaban con antífonas y salmos siendo precursoras del oficio de completas.
San Ambrosio fue el precursor y promotor del culto a las reliquias en Occidente.
Su fiesta se conmemora el 7 de diciembre.
Fuente Catholic.net
Santo Tomás de Aquino
El más grande teólogo de la devoción a la Eucaristía es santo Tomás de Aquino (1224-1274). Según datos históricos exactos, sabemos que santo Tomás era en su comunidad dominica «el primero en levantarse por la noche, e iba a postrarse ante el Santísimo Sacramento. Y cuando tocaban a maitines, antes de que formasen fila los religiosos para ir a coro, se volvía sigilosamente a su celda para que nadie lo notase. El Santísimo Sacramento era su devoción predilecta. Celebraba todos los días, a primera hora de la mañana, y luego oía otra misa o dos, a las que servía con frecuencia» (S. Ramírez, Suma Teológica, BAC 29, 1957,57*).
Él compuso, por encargo del Papa, el maravilloso texto litúrgico del Oficio del Corpus: Pange lingua, Sacris solemniis, Lauda Sion, etc (+Sisto Terán, Santo Tomás, poeta del Santísimo Sacramento, Univ. Católica, Tucumán 1979). La tradición iconográfica suele representarle con el sol de la Eucaristía en el pecho. Un cuadro de Rubens, en el Prado, «la procesión del Santísimo Sacramento», presenta, entre varios santos, a santa Clara con la custodia, y junto a ella a santo Tomás, explicándole el Misterio. Sobre la tumba de éste, en Toulouse, en la iglesia de san Fermín, una estatua le representa teniendo en la mano derecha el Santísimo Sacramento.
Desde el siglo XIII, los grandes maestros espirituales han enseñado siempre la relación profunda que existe entre la Eucaristía -celebrada y adorada- y la configuración progresiva a Jesucristo. Recordaremos sólo a algunos.
San Guiard de Laon
San Guiard de Laon, el doctor eucarístico, relacionado con Juliana de Mont-Cornillon y el movimiento eucarístico de Lieja, publica hacia 1222 De XII fructibus venerabilis sacramenti. San Buenaventura (+1274) expresa su franciscana devoción eucarística en De sanctissimo corpore Christi, partiendo de los seis grandes símbolos eucarísticos anticipados en el Antiguo Testamento. El franciscano Roger Bacon (+1294), la terciaria franciscana santa Ángela de Foligno (+1309), los dominicos Jean Taulero (+1361) y Enrique Suso (+1365), el canciller de la universidad de París, Jean Gerson (+1429), Dionisio el cartujano, el doctor extático (+1471), se distinguen también por la centralidad de la devoción eucarística en su espiritualidad. La Devotio moderna, tan importante en la espiritualidad de los siglos XIV y XV, es también netamente eucarística. Podemos comprobarlo, por ejemplo, en el libro IV de la Imitación de Cristo, De Sacramento Corporis Christi.
Esta relación de maestros espirituales acentuadamente eucarísticos podría alargarse hasta nuestro tiempo. Pero aquí sólamente haremos mención especial de algunos santos de los últimos siglos.
En el XVI, pocos hacen tanto por difundir entre el pueblo cristiano el amor al Sacramento como san Ignacio de Loyola (1491-1556). En seguida de su conversión, estando en Manresa (1522-1523), en la Misa, «alzándose el Corpus Domini, vio con los ojos interiores… vio con el entendimiento claramente cómo estaba en aquel Santísimo Sacramento Jesucristo nuestro Señor» (Autobiografía, 29).
Recordemos también las visiones que tiene de la divina Trinidad, con tantas lágrimas, en la celebración de la Misa, y «acabando la Misa», al «hacer oración al Corpus Domini», estando en el «lugar del Santísimo Sacramento» (Diario espiritual 34: 6-III-1544).
No es extraño, pues, que san Ignacio fomentara tanto en el pueblo la devoción a la Eucaristía. Así lo hizo, concretamente, con sus paisanos de Azpeitia. En efecto, cuando Paulo III, en 1539, aprueba con Bula la Cofradía del Santísimo Sacramento fundada por el dominico Tomás de Stella en la iglesia dominicana de la Minerva, San Ignacio se apresura a comunicar esta gracia a los de Azpeitia, y en 1540 les escribe: «ofreciéndose una gran obra, que Dios N. S. ha hecho por un fraile dominico, nuestro muy grande amigo y conocido de muchos años, es a saber, en honor y favor del santísimo Sacramento, determiné de consolar y visitar vuestras ánimas in Spiritu Sancto con esa Bula que el señor bachiller [Antonio Araoz] lleva» (VIII/IX-1540). Los jesuitas, fieles a este carisma original, serán después unos de los mayores difusores de la piedad eucarística, por las Congregaciones Marianas y por muchos otros medios, como el Apostolado de la Oración.
Santa Teresa de Jesús
Santa Teresa de Jesús (1515-1582), en el mismo siglo, tiene también una vida espiritual muy centrada en el Santísimo Sacramento. Ella, que tenía especial devoción a la fiesta del Corpus (Vida 30,11), refiere que en medio de sus tentaciones, cansancios y angustias, «algunas veces, y casi de ordinario, al menos lo más continuo, en acabando de comulgar descansaba; y aun algunas, en llegando a el Sacramento, luego a la hora quedaba tan buena, alma y cuerpo, que yo me espanto» (30,14).
Confiesa con frecuencia su asombro enamorado ante la Majestad infinita de Dios, hecha presente en la humildad indecible de una hostia pequeña: «y muchas veces quiere el Señor que le vea en la Hostia» (38,19). «Harta misericordia nos hace a todos, que quiere entienda [el alma] que es Él el que está en el Santísimo Sacramento» (Camino Esc. 61,10).
La Eucaristía, para el alma y para el cuerpo, es el pan y la medicina de Teresa: «¿pensáis que no es mantenimiento aun para estos cuerpos este santísimo Manjar, y gran medicina aun para los males corporales? Yo sé que lo es» (Camino Vall. 34,7; +el pan nuestro de cada día: 33-34).
Ella se conmueve ante la palabra inefable del Cantar de los Cantares, «bésame con beso de tu boca» (1,1): «¡Oh Señor mío y Dios mío, y qué palabra ésta, para que la diga un gusano de su Criador!». Pero la ve cumplida asombrosamente en la Eucaristía: «¿Qué nos espanta? ¿No es de admirar más la obra? ¿No nos llegamos al Santísimo Sacramento?» (Conceptos del Amor de Dios 1,10). La comunión eucarística es un abrazo inmenso que nos da el Señor.
Para santa Teresa, fundar un Carmelo es ante todo encender la llama de un nuevo Sagrario. Y esto es lo que más le conforta en sus abrumadores trabajos de fundadora:
«para mí es grandísimo consuelo ver una iglesia más adonde haya Santísimo Sacramento» (Fundaciones 3,10). «Nunca dejé fundación por miedo de trabajo, considerando que en aquella casa se había de alabar al Señor y haber Santísimo Sacramento… No lo advertimos estar Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre, como está, en el Santísimo Sacramento en muchas partes, grande consuelo nos había de ser» (18,5). Hecha la fundación, la inauguración del Sagrario es su máximo premio y gozo: «fue para mí como estar en una gloria ver poner el Santísimo Sacramento» (36,6).
Por otra parte, Teresa sufre y se angustia a causa de las ofensas inferidas al Sacramento. Nada le duele tanto.
Mucho hemos de rezar y ofrecer para que «no vaya adelante tan grandísimo mal y desacatos como se hacen en los lugares adonde estaba este Santísimo Sacramento entre estos luteranos, deshechas las iglesias, perdidos tantos sacerdotes, quitados los sacramentos» (Camino Perf. Vall. 35,3)… «parece que le quieren ya tornar a echar del mundo» (ib. Esc. 62,63; +58,2).
Pero aún le horrorizan más a Teresa las ofensas a la Eucaristía que proceden de los malos cristianos: «Tengo por cierto habrá muchas personas que se llegan al Santísimo Sacramento -y plega al Señor yo mienta- con pecados mortales graves» (Conceptos Amor de Dios 1,11).
En la España de ese tiempo, la devoción eucarística está ya plenamente arraigada en el pueblo cristiano. San Juan de Ribera (1532-1611), obispo de Valencia, en una carta a los sacerdotes les escribe:
«Oímos con mucho consuelo lo que muchos de vosotros me han escrito, afirmándome que está muy introducida la costumbre de saludarse unas personas a otras diciendo: Alabado sea el Santísimo Sacramento. Esto mismo deseo que se observe en todo nuestro arzobispado» (28-II-1609).
San Pascual Bailón
San Pascual nació en Torre Hermosa, en las fronteras de Castilla y Aragón, el día de Pentecostés de 1540 , fin de la Pascua. Sus padres fueron campesinos.
El Martirologio Romano nos dice que San Pascual Bailón fue un hombre de vida austera y de maravillosa inocencia. La santa Sede lo proclamó Patrono de los Congresos Eucarísticos y de las Cofradías del Santísimo Sacramento.
Desde los 7 años hasta los 24, por 17 años fue pastor de ovejas. Después, alrededor de los 28 será hermano religioso, franciscano.
Su más grande amor durante toda la vida fue la Sagrada Eucaristía. Decía el dueño de la finca en el cual trabajaba como pastor, que el mejor regalo que le podía ofrecer al Niño Pascual era permitirle asistir algún día entre semana a la Santa Misa. Desde los campos donde cuidaba las ovejas de su amo, alcanzaba a ver la torre del pueblo y de vez en cuando se arrodillaba a adorar el Santísimo Sacramento, desde esas lejanías. En esos tiempos se acostumbraba que al elevar la Hostia el sacerdote en la Misa, se diera un toque de campanas. Cuando el pastorcito Pascual oía la campana, se arrodillaba allá en su campo, mirando hacia el templo y adoraba a Jesucristo presente en la Santa Hostia.
Un día otros pastores le oyeron gritar: “¡Ahí viene!, ¡allí está!”. Y cayó de rodillas. Después dijo que había visto a Jesús presente en la Santa Hostia.
De niño siendo pastor, ya hacía mortificaciones. Por ejemplo andar descalzo por caminos llenos de piedras y espinas. Y cuando alguna de las ovejas se pasaba al potrero del vecino, le pagaba al otro el pasto que la oveja se había comido con el escaso sueldo que le pagaban.
A los 24 años pidió ser admitido como hermano religioso entre los franciscanos. Al principio le negaron la aceptación por su poca instrucción, pues apenas había aprendido a leer. Y el único libro que leía era el devocionario, el cual llevaba siempre mientras pastoreaba sus ovejas y allí le encantaba leer especialmente las oraciones a Jesús Sacramentado y a la Sma. Virgen.
Como religioso franciscano sus oficios fueron siempre los más humildes: portero, cocinero, mandadero, barrendero. Pero su gran especialidad fue siempre un amor inmenso a Jesús en la Santa Hostia, en la Eucaristía. Durante el día, cualquier rato que tuviera libre lo empleaba para estarse en la capilla, de rodillas con los brazos en cruz adorando a Jesús Sacramentado. Por las noches pasaba horas y horas ante el Santísimo Sacramento. Cuando los demás se iban a dormir, él se quedaba rezando ante el altar. Y por la madrugada, varias horas antes de que los demás religiosos llegaran a la capilla a orar, ya estaba allí el hermano Pascual adorando a Nuestro Señor.
Pascual compuso varias oraciones muy hermosas al Santísimo Sacramento y el sabio Arzobispo San Luis de Rivera al leerlas exclamó admirado: “Estas almas sencillas sí que se ganan los mejores puestos en el cielo. Nuestras sabidurías humanas valen poco si se comparan con la sabiduría divina que Dios concede a los humildes”.
Sus superiores lo enviaron a Francia a llevar un mensaje. Tenía que atravesar caminos llenos de protestantes. Un día un hereje le preguntó: “¿Dónde está Dios?”. Y él respondió: “Dios está en el cielo”, y el otro se fue. Pero enseguida el santo fraile se puso a pensar: “¡Oh, me perdí la ocasión de haber muerto mártir por Nuestro Señor! Si le hubiera dicho que Dios está en la Santa Hostia en la Eucaristía me habrían matado y sería mártir. Pero no fui digno de ese honor”. Llegado a Francia, descalzo, con una túnica vieja y remendada, lo rodeó un grupo de protestantes y lo desafiaron a que les probara que Jesús sí está en la Eucaristía. Y Pascual que no había hecho estudios y apenas si sabía leer y escribir, habló de tal manera bien de la presencia de Jesús en la Eucaristía, que los demás no fueron capaces de contestarle. Lo único que hicieron fue apedrearlo.
Hablaba poco, pero cuando se trataba de la Sagrada Eucaristía, entonces sí se sentía inspirado por el Espíritu Santo y hablaba muy hermosamente. Siempre estaba alegre, pero nunca se sentía tan contento como cuando ayudaba a Misa o cuando podía estarse un rato orando ante el Sagrario del altar.
Pascual murió en la fiesta de Pentecostés de 1592, el 17 de mayo (la Iglesia celebra tres pascuas: Pascua de Navidad, Pascua de Resurrección y Pascua de Pentecostés. Pascua significa: paso de la esclavitud a la libertad). Y parece que el regalo de Pentecostés que el Espíritu Santo le concedió fue su inmenso y constante amor por Jesús en la Eucaristía. Cuando estaba moribundo, en aquel día de Pentecostés, oyó una campana y preguntó: “¿De qué se trata?”. “Es que están en la elevación en la Santa Misa”. “¡Ah que hermoso momento!”, y quedó muerto plácidamente.
Durante su funeral, tenían el ataúd descubierto, y en el momento de la elevación de la Santa Hostia en la misa, los presentes vieron con admiración que abría y cerraba por dos veces sus ojos. Hasta su cadáver quería adorar a Cristo en la Eucaristía. Los que lo querían ver eran tantos, que su cadáver lo tuvieron expuesto a la veneración del público por tres días seguidos.
Fue declarado santo en 1690.
Fuente ACI Prensa
San Martín de Porres
(Lima, 1579 – 1639) Religioso peruano de la orden de los dominicos que fue el primer santo mulato de América. Era hijo de Juan de Porres, hidalgo pobre originario de Burgos, y Ana Velásquez, una negra liberta, natural de Panamá.
Su padre, debido a su pobreza, no podía casarse con una mujer de su condición, lo que no impidió su amancebamiento con Ana Velásquez. Fruto de ella nació también Juana, dos años menor que Martín. Nacido en el barrio limeño de San Sebastián, Martín de Porres fue bautizado el 9 de diciembre de 1579. El documento bautismal revela que su padre no lo reconoció, pues por ser caballero laico y soltero de una Orden Militar estaba obligado a guardar la continencia de estado.
Hacia 1586, el padre de Martín decidió llevarse a sus dos hijos a Guayaquil con sus parientes. Sin embargo, los parientes sólo aceptaron a Juana, y Martín de Porres hubo de regresar a Lima, donde fue puesto bajo el cuidado de doña Isabel García Michel en el arrabal de Malambo, en la parte baja del barrio de San Lázaro, habitado por negros y otros grupos raciales. En 1591 recibió el sacramento de la Confirmación de manos del arzobispo Santo Toribio de Mogrovejo.
Martín inició su aprendizaje de boticario en la casa de Mateo Pastor, quien se casaría con la hija de su tutora. Esta experiencia sería clave para Martín, conocido luego como gran herbolario y curador de enfermos, puesto que los boticarios hacían curaciones menores y administraban remedios para los casos comunes. También fue aprendiz de barbero, oficio que conllevaba conocimientos de cirugía menor.
La proximidad del convento dominico de Nuestra Señora del Rosario y su claustro conventual ejercieron una atracción sobre él. Sin embargo, entrar allí no cambiaría su situación social y el trato que recibiría por ser mulato y bastardo: no podía ser fraile de misa e incluso le prohibieron ser hermano lego. En 1594, Martín entró en el convento en calidad de aspirante a conventual sin opción al sacerdocio. Dentro del convento fue campanero y es fama que su puntualidad y disciplina en la oración fueron ejemplares. Más aún, dormía muy poco, entre tres a cuatro horas, y cuentan que, para no olvidarse de sus funciones por el cansancio, un gato de tres colores entraba a la enfermería y empezaba a rasguñarlo avisándole de su deber.
Sus hagiógrafos cuentan que tenía varias devociones, pero sobre todo creía en el Santísimo Sacramento y en la Virgen María, en especial la Virgen del Rosario, Patrona de la Orden dominica y protectora de los mulatos. Martín fue seguidor de los modelos de santidad de Santo Domingo de Guzmán, San José, Santa Catalina de Siena y San Vicente Ferrer. Sin embargo, a pesar de su encendido fervor y devoción, no desarrolló una línea de misticismo propia. La vida cotidiana del futuro santo era frugal en extremo. Era muy sobrio en el comer y sencillo en el vestir (usó un simple hábito blanco toda su vida). Se dice que cuando murió no hubo ropa con que amortajarlo, así que lo enterraron con su propio hábito ya roído.
En el convento, Martín ejerció también como barbero, ropero, sangrador y sacamuelas. Su celda quedaba en el claustro de la enfermería. Todo el aprendizaje como herbolario en la botica y como barbero hicieron de Martín un curador de enfermos, sobre todo de los más pobres y necesitados, a quienes no dudaba en regalar la ropa. Su fama se hizo muy notoria y acudía gente muy necesitada en grandes cantidades. Su labor era amplia: tomaba el pulso, palpaba, vendaba, entablillaba, sacaba muelas, extirpaba lobanillos, suturaba, succionaba heridas sangrantes e imponía las manos con destreza. En Martín confluyeron las tradiciones medicinales española, andina y africana; solía sembrar en un huerto una variedad de plantas que luego combinaba en remedios para los pobres y enfermos. Debió de empezar su labor como enfermero entre 1604 y 1610.
La vida en el convento estaba regida por la obediencia a sus superiores, pero en el caso de Martín la condición racial también era determinante. Su humildad era puesta a prueba en muchas ocasiones. Parecía tener una concepción muy pobre de sí mismo y hasta como miserable, y por lo tanto digno de malos tratos. Aunque frecuentaba a la gente de color y a castas, nunca planteó reivindicaciones sociales ni políticas; se dedicó únicamente a practicar la caridad, que hizo extensiva a otros grupos étnicos. Todas estas dificultades no impidieron que Martín fuera un fraile alegre. Sus contemporáneos señalan su semblante alegre y risueño.
Otra de sus facultades fue la videncia. Se cuenta que su hermana Rosa había sustraído una suma de dinero a su esposo, y se encontró con su hermano, el cual inmediatamente le llamó la atención por lo que había hecho. Su hermana no salía de su asombro, ya que nadie sabía del hurto. También tuvo facultades para predecir la vida propia y ajena, incluido el momento de la muerte.
En línea con la espiritualidad de la época, San Martín de Porres y su coetánea Santa Rosa de Lima practicaron la mortificación del cuerpo. Martín se aplicaba tres disciplinas cada día: en las pantorillas, en las posaderas y en las espaldas, siguiendo un riguroso horario y evitando mermar su salud para el cumplimiento de otras obligaciones. Llevaba además dos cilicios: una túnica interna de lana entretejida con cerdas de caballo y una cadena ceñida, posiblemente de hierro.
Su preocupación por los pobres fue notable. Se sabe que los desvalidos lo esperaban en la portería para que los curase de sus enfermedades o les diera de comer. Martín trataba de no exhibirse y hacerlo en la mayor privacidad. La caridad de Martín no se circunscribía a las personas, sino que también se proyectaba a los animales, sobre todo cuando los veía heridos o faltos de alimentos. Tenía separada en la casa de su hermana un lugar donde albergaba a gatos y perros sarnosos, llagados y enfermos. Parece que los animales le obedecían por particular privilegio de Dios.
Como se dice de otros santos de la época, Martín también sufrió las apariciones y tentaciones del demonio. Se cuenta que en cierta ocasión bajaba por las escaleras de la enfermería dispuesto a auxiliar a uno de sus hermanos cuando se encontró con el demonio debajo de la escalera. Martín tuvo que sacar el cinto que llevaba y comenzó a azotar al demonio para que se fuera del convento. También se le atribuyó el don de lenguas, el don de agilidad y el don de volar. Sus compañeros, que lo vigilaban continuamente, veían cómo su cuerpo se iluminaba. Se contó de él que podía estar en dos lugares a la vez y penetrar en los cuerpos sin mayor resistencia.
Hacia 1619 comenzó a sufrir de cuartanas, fiebres muy elevadas que se presentaban cada cuatro días; este mal se le fue agudizando, aunque continuó cumpliendo con sus obligaciones. Con el correr del tiempo, Martín fue ganando no sólo fama sino que empezó a ser temido. La imaginería popular se desconcertaba ante sucesos sobrenaturales, algunos de ellos no presenciados pero conocidos de oídas. Por ejemplo, cierto ensamblador llegó a asustarse porque con mucha frecuencia se aparecía sin ser visto. Comenzaron a correr rumores de que deambulaba por el claustro por las noches, rodeado de luces y resplandores. También causaban miedo sus apariciones inesperadas y sus desapariciones inexplicables.
En octubre de 1639, Martín de Porres cayó enfermo de tabardillo pestilencial. Murió el 3 de noviembre de ese año. Hubo gran conmoción entre la gente, doblaron las campanas en su nombre y la devoción popular se mostró tan excesiva que obligó a hacer un rápido entierro. A pesar de la biografía ejemplar del mulato Martín de Porres, convertido en devoción fundamental de las castas y gentes de color, la sociedad colonial no lo llevaría a los altares. El santo de la escoba fue canonizado por el Papa Juan XXIII el 6 de Mayo de 1962 con las siguientes palabras del Santo Padre: “Martín excusaba las faltas de otro. Perdonó las más amargas injurias, convencido de que el merecía mayores castigos por sus pecados. Procuró de todo corazón animar a los acomplejados por las propias culpas, confortó a los enfermos, proveía de ropas, alimentos y medicinas a los pobres, ayudó a campesinos, a negros y mulatos tenidos entonces como esclavos. La gente le llama ‘Martín, el bueno’.”
Sus restos descansan en la Capilla de Santa Rosa de Lima, en la Basílica de Nuestra Señora del Rosario de Lima.
Fuente http://www.biografiasyvidas.com/biografia/m/martin_de_porres.htm
Santa Margarita María de Alacoque
En Francia, en el siglo XVII, las más altas revelaciones privadas que recibió santa Margarita María de Alacoque (1647-1690), religiosa de la Visitación, acerca del Sagrado Corazón se produjeron estando ella en adoración del Santísimo expuesto.
Y como ella misma refiere, esa devoción inmensa a la Eucaristía la tenía ya de joven, antes de entrar religiosa, cuando todavía vivía al servicio de personas que le eran hostiles: «ante el Santísimo Sacramento me encontraba tan absorta que jamás sentía cansancio. Hubiera pasado allí los días enteros con sus noches sin beber, ni comer y sin saber lo que hacía, si no era consumirme en su presencia, como un cirio ardiente, para devolverle amor por amor. No me podía quedar en el fondo de la iglesia, y por confusión que sintiese de mí misma, no dejaba de acercarme cuanto pudiera al Santísimo Sacramento» (Autobiografía 13).
De hecho, la devoción al Corazón de Jesús, desde sus mismos inicios, ha sido siempre acentuadamente eucarística, y por causas muy profundas, como subraya el Magisterio (+Pío XII, 1946, Haurietis aquas, 20, 35; Pablo VI, cta. apost. Investigabiles divitias 6-II-1965).
San Pablo de la Cruz
En el siglo siguiente, en el XVIII, podemos recordar la gran devoción eucarística de san Pablo de la Cruz (+1775), el fundador de los Pasionistas. Él, como declara en su Diario espiritual, «deseaba morir mártir, yendo allí donde se niega el adorabilísimo misterio del Santísimo Sacramento» (26-XII-1720). Captaba en la Eucaristía de tal modo la majestad y santidad de Cristo, que apenas le era posible a veces mantenerse en la iglesia:
«decía yo a los ángeles que asisten al adorabilísimo Misterio que me arrojasen fuera de la iglesia, pues yo soy peor que un demonio. Sin embargo, la confianza en mi Esposo sacramentado no se me quita: le decía que se acuerde de lo que me ha dejado en el santo Evangelio, esto es, que no ha venido a llamar a los justos, sino a los pecadores» (Diario 5-XII-1720).
En cuanto al siglo XIX, recordemos al santo Cura de Ars (1786-1859). Juan XXIII, en la encíclica Sacerdotii Nostri primordia, de 1959, en el centenario del santo, hace un extenso elogio de esa devoción:
«La oración del Cura de Ars que pasó, digámoslo así, los últimos treinta años de su vida en su iglesia, donde le retenían sus innumerables penitentes, era sobre todo una oración eucarística. Su devoción a nuestro Señor, presente en el Santísimo Sacramento, era verdaderamente extraordinaria: Allí está, solía decir» (16).
San Antonio María Claret
Otro gran modelo de piedad eucarística en ese mismo siglo es san Antonio María Claret (1807-1870), fundador de los Misioneros del Inmaculado Corazón de María, los claretianos. En su Autobiografía refiere: cuando era niño, «las funciones que más me gustaban eran las del Santísimo Sacramento» (37). Su iconografía propia le representa a veces con una Hostia en el pecho, como si él fuera una custodia viviente.
Esto es a causa de un prodigio que él mismo refiere en su Autobiografía: el 26 de agosto de 1861, «a las 7 de la tarde, el Señor me concedió la gracia grande de la conservación de las especies sacramentales, y tener siempre, día y noche, el Santísimo Sacramento en el pecho» (694). Gracia singularísima, de la que él mismo no estaba seguro, hasta que el mismo Cristo se la confirma el 16 de mayo de 1862, de madrugada: «en la Misa, me ha dicho Jesucristo que me había concedido esta gracia de permanecer en mi interior sacramentalmente» (700). El Señor, por otra parte, le hace ver que una de las devociones fundamentales para atajar los males que amenazan a España es la devoción al Santísimo Sacramento (695).
Santa María Micaela del Santísimo Sacramento
Micaela Desmaisières López de Dicastillo y Olmedo, vizcondesa de Jorbalán, nació en Madrid en 1809. Recibió una esmerada educación acorde con su condición aristocrática pero muy pronto conoció, junto con la fe, el dolor y la humillación.
Siendo dirigida por el jesuita P. Carasa tuvo su experiencia más determinante en el hospital de San Juan de Dios de Madrid, al entrar en contacto por vez primera con mujeres de la calle, enfermas de repugnantes enfermedades venéreas. Aquella visita fue tan decisiva que le llevó a abrir una casita de acogida para aquellas desgraciadas. Esto, que fue el germen de su gran obra, le acarreó una tormenta de incomprensiones. Todas sus antiguas amistades le negaron la ayuda y la amistad.
En 1845, en compañía de algunas conocidas, inauguró un colegio de enseñanza para estas maltratadas y prepararlas para un trabajo digno. En 1850 dejó definitivamente su elegante casa de barrio rico y se fue a vivir con ellas en una casucha miserable, recuperando su dignidad de personas e hijas de Dios. Tras años muy duros, llenos de calumnias y de grandes problemas económicos, y teniendo como único recurso la Eucaristía, nacieron en 1856 las Adoratrices Esclavas del Santísimo Sacramento y de la Caridad, gracias a la ayuda y el consejo de san Antonio María Claret. Así dejó de ser Micaela para convertirse en la M. Sacramento. El 6 de enero de 1859, festividad de la Epifanía del Señor, hicieron los votos simples Micaela y sus siete primeras compañeras. El 15 de junio de 1860 emitió sus votos perpetuos. Así se inició la lenta expansión del instituto.
Afectada mortalmente por el cólera, el 24 de agosto de 1865, la M. Sacramento murió en Valencia, adonde había acudido para ayudar y consolar en la epidemia. Así hizo de su vida misma una perfecta Eucaristía: comunión con Cristo dando la vida por los más necesitados. La heroicidad de sus virtudes fue proclamada en 1922. Pío XI la beatificó el 7 de julio de 1925 y la canonizó el 4 de marzo de 1934. San Antonio María Claret quedó vinculado a M. Sacramento y su obra como patrono del Instituto por ella fundado.
Fuente http://www.claret.org/
San Pedro Julián Eymard
Pedro Julián Eymard nació en La Mure d’Isère, diócesis de Grenoble (Francia), el 4 de Febrero de 1811 y fue bautizado al día siguiente. Al final de un laborioso recorrido familiar y vocacional, logró entrar en el Seminario Mayor de Grenoble y, en 1834, es ordenado sacerdote. Después de unos años de un ministerio intenso, inicia, en 1839, una experiencia de vida religiosa entrando en la naciente congregación de los Padres Maristas, en Lión. Rápidamente llega a ser el hombre de confianza del fundador, el P. Colin, que le confía diferentes responsabilidades.
Sin embargo, su búsqueda de la voluntad de Dios lo persigue siempre y lo empuja a orientarse cada vez más hacia la Eucaristía por la cual quisiera hacer algo particular. Un momento significativo en ese caminar del P. Eymard fue la experiencia espiritual que tuvo en el santuario lionés de Fourvière, en Enero de 1851. Durante su oración, se sintió «fuertemente impresionado» pensando en el estado de abandono espiritual en el cual se encontraban los sacerdotes seculares, la gran falta de formación de los laicos, el estado lamentable de la devoción al Santísimo y los sacrilegios cometidos contra la sagrada Eucaristía. De ahí le vino, al comienzo, la idea de crear una Tercera Orden masculina dedicada a la adoración reparadora; proyecto que llegará a ser, en los años sucesivos, una congregación religiosa enteramente consagrada al culto y al apostolado de la Eucaristía.
Impedido de realizar este proyecto en el interior de la Sociedad de María, el P. Eymard tuvo que salir del Instituto. Se trasladó a París, y allí, el 13 de Mayo de 1856, funda la Congregación del Santísimo Sacramento. El nuevo Instituto recibe inmediatamente la aprobación del arzobispo, Mons. Sibour, y más tarde, la bendición y la aprobación definitiva del Papa Pío IX (1863).
La Obra empieza muy pobremente en locales alquilados de la calle d’Enfer, donde el día de la Epifanía de 1857, se inaugura oficialmente la fundación con una Exposición solemne del Santísimo Sacramento. Un año después, siempre en París y con la ayuda de Marguerite Guillot, el Padre funda la rama femenina: las Siervas del Santísimo. En 1859, abre una segunda comunidad, en Marsella, y la confía al P. Raymond de Cuers, su primer compañero. Una tercera casa se abrirá en Angers, luego otras dos en Bruselas, y una casa de formación en San Mauricio (diócesis de Versalles).
Durante estos años de vida eucarística, vemos al P. Eymard empeñado en un apostolado que se dirige sobre todo a los pobres de la periferia de París y a los sacerdotes en dificultad; se dedica a la Obra de la primera comunión de adultos y atiende numerosos compromisos en la predicación, centrada principalmente en la Eucaristía. De su actividad, o por lo menos de su espiritualidad, emanarán varias iniciativas a lo largo del tiempo, como es la Agregación del Santísimo, destinada a los laicos, la Asociación de los Sacerdotes Adoradores, inspirada por su celo hacia los sacerdotes, y los mismos Congresos Eucarísticos Internacionales.
Agotado por las responsabilidades de fundador y primer superior general, marcado por las pruebas de toda clase, Pedro Julián Eymard muere en su tierra natal, a la edad solamente de 57 años, el primero de Agosto de 1868. Beatificado por Pío XI, en 1925, fue canonizado por Juan XXIII, el 9 de Diciembre de 1962, al final de la primera sesión del Concilio Vaticano II. El 9 de Diciembre de 1995, fue inscrito en el Calendario Romano y presentado a la Iglesia universal como el Apóstol de la Eucaristía.
La vida y la actividad de san Pedro Julián está centrada en el misterio de la sagrada Eucaristía. Al principio, sin embargo, su enfoque era tributario de la teología de su tiempo, insistiendo sobre la presencia real. Pero, llegará a liberarse poco a poco del aspecto devocional y reparador que teñía de manera casi exclusiva la piedad eucarística de su época, y conseguirá hacer de la Eucaristía el centro de la vida de la Iglesia y de la sociedad. «Ningún otro centro sino el de Jesús Eucarístico».
Fuente ACIprensa
San Manuel González García
Nació en Sevilla y concluyó sus días en Palencia, donde reposan sus restos en la capilla del Sagrario de la Catedral. Como sacerdote (ordenado en 1901), ejerció su ministerio en Sevilla y Huelva. Fue Obispo de Málaga (consagrado en 1916) y de Palencia.
Fundó obras sociales en Huelva y construyó un nuevo seminario en Málaga. En 1931, tras ser incendiada su residencia, dejó Málaga y rigió la Diócesis de Gibraltar y Madrid. En 1935, Pío XI le asignó la sede palentina; allí consumó la ofrenda de su vida a imagen del Buen Pastor, sin perder la bondad en la mirada y la sonrisa en los labios.
En 1902, en la parroquia de Palomares del Río, recibió la gracia que polarizaría toda su vida. Él mismo cuenta: “Fuime derecho al Sagrario. Ahí mi fe veía a un Jesús tan callado, tan paciente, que me miraba, que me decía mucho y me pedía más, una mirada en la que se reflejaba todo lo triste del Evangelio: lo triste de no tener posada, de la traición, de la negación, del abandono de todos”.
Luego de esta experiencia mística, el 4 de marzo de 1910, fundó en Huelva la primera rama de la Familia Eucarística Reparadora (formada por laicos, consagrados y sacerdotes), con el fin de dar y buscar una respuesta de amor a Cristo Eucaristía. Fundó también dos revistas de acción eucarística: “El granito de Arena” (para adultos) y “RIE” (para los niños), y escribió libros de oración, formación sacerdotal y catequesis.
“Para mis pasos yo no quiero más que un camino, el que me lleva al Sagrario, y yo sé que andando por este camino encontraré hambrientos y pobres de muchas clases… y haré descender sobre ellos la alegría de la Vida”. Estas palabras trazan el perfil del nuevo santo. Con razón el Papa San Juan Pablo II lo propuso como “modelo de fe eucarística”. Fue canonizado el 16 de Octubre de 2016 por el Papa Francisco.
Fuente ACIprensa
Santa Clara de Asís
Clara nació en Asís, Italia, en 1193. Desde sus primeros años Clara se vio dotada de innumerables virtudes y aunque su ambiente familiar pedía otra cosa de ella, siempre desde pequeña fue asidua a la oración y mortificación.
Ya en ese entonces se oía de los Hermanos Menores, como se les llamaba a los seguidores de San Francisco. Clara sentía gran compasión y gran amor por ellos, aunque tenía prohibido verles y hablarles. Ella cuidaba de ellos y les proveía enviando a una de las criadas. Le llamaba mucho la atención como los frailes gastaban su tiempo y sus energías cuidando a los leprosos. Todo lo que ellos eran y hacían le llamaba mucho la atención y se sentía unida de corazón a ellos y a su visión.
Clara sabía que el hecho de tomar esta determinación de seguir a Cristo y sobre todo de entregar su vida a la visión revelada a Francisco, iba a ser causa de gran oposición familiar, pues el solo hecho de la presencia de los Hermanos Menores en Asís estaba ya cuestionando la tradicional forma de vida y las costumbres que mantenían intocables los estratos sociales y sus privilegios. A los pobres les daba una esperanza de encontrar su dignidad, mientras que los ricos comprendían que el Evangelio bien vivido exponía por contraste sus egoísmos a la luz del día. Para Clara el reto era muy grande. Siendo la primera mujer en seguirle, su vinculación con Francisco podía ser mal entendida.
Santa Clara se fuga de su casa el 18 de Marzo de 1212, un Domingo de Ramos, empezando así la gran aventura de su vocación. Se sobrepuso a los obstáculos y al miedo para darle una respuesta concreta al llamado que el Señor había puesto en su corazón. Llega a la humilde Capilla de la Porciúncula donde la esperaban Francisco y los demás Hermanos Menores y se consagra al Señor por manos de Francisco.
Para Santa Clara la humildad es pobreza de espíritu y esta pobreza se convierte en obediencia, en servicio y en deseos de darse sin límites a los demás. Cuando se trasladan las primeras Clarisas a San Damián, San Francisco pone al frente de la comunidad, como guía de Las Damas Pobres a Santa Clara. Desde que fue nombrada Madre de la Orden, ella quiso ser ejemplo vivo de la visión que trasmitía, pidiendo siempre a sus hijas que todo lo que el Señor había revelado para la Orden se viviera en plenitud.
Siempre atenta a la necesidades de cada una de sus hijas y revelando su ternura y su atención de Madre, son recuerdos que aún después de tanto tiempo prevalecen y son el tesoro mas rico de las que hoy son sus hijas, Las Clarisas Pobres.
La humildad brilló grandemente en Santa Clara y una de las mas grandes pruebas de su humildad fue su forma de vida en el convento, siempre sirviendo con sus enseñanzas, sus cuidados, su protección y su corrección. La responsabilidad que el Señor había puesto en sus manos no la utilizó para imponer o para simplemente mandar en el nombre del Señor.
En 1241 los sarracenos atacaron la ciudad de Asís. Cuando se acercaban a atacar el convento que está en la falda de la loma, en el exterior de las murallas de Asís, las monjas se fueron a rezar muy asustadas y Santa Clara que era extraordinariamente devota al Santísimo Sacramento, tomó en sus manos la custodia con la hostia consagrada y se les enfrentó a los atacantes. Ellos experimentaron en ese momento tan terrible oleada de terror que huyeron despavoridos.
En otra ocasión los enemigos atacaban a la ciudad de Asís y querían destruirla. Santa Clara y sus monjas oraron con fe ante el Santísimo Sacramento y los atacantes se retiraron sin saber por qué.
Santa Clara estuvo enferma 27 años en el convento de San Damiano, soportando todos los sufrimientos de su enfermedad con paciencia heroica. En su lecho bordaba, hacía costuras y oraba sin cesar. El Sumo Pontífice la visitó dos veces y exclamó “Ojalá yo tuviera tan poquita necesidad de ser perdonado como la que tiene esta santa monjita”. Cardenales y obispos iban a visitarla y a pedirle sus consejos.
El 10 de agosto del año 1253 a los 60 años de edad y 41 años de ser religiosa, y dos días después de que su regla sea aprobada por el Papa, se fue al cielo a recibir su premio. En sus manos, estaba la regla bendita, por la que ella dio su vida.
Hoy las religiosas Clarisas son aproximadamente 18.000 en 1.248 conventos en el mundo.
Fuente http://www.corazones.org/santos/clara_asis.htm
San Francesco Spinelli
Francesco Spinelli nació en Milán (Italia) el 14 de abril de 1853. Desde pequeño se interesó por los niños y organizó espectáculos gratuitos de marionetas. Sus padres lo autorizaron para que visitara a los pobres y enfermos, a quien les llevó apoyo moral y económico.
Invitado por un tío sacerdote se fue a estudiar a Bergamo y decidió ingresar al seminario para ordenarse el 17 de octubre de 1875. Antes de culminar el año, tuvo una visión en la Basílica Santa María la Mayor. Se arrodilló, lloró, oró y soñó “con un enjambre de vírgenes que adorarían el Santísimo Sacramento a perpetuidad”.
El P. Spinelli comenzó su apostolado en la educación de los más pobres y en paralelo fue profesor del seminario, guía espiritual y consejero de varias comunidades femeninas de religiosas.
En 1882 conoció a Caterina Comensoli, que deseaba convertirse en religiosa de alguna congregación que se dedicara a la Adoración Eucarística. Ese año logró fundar, junto con Caterina Comensoli, el Instituto de las Hermanas Adoratrices del Santísimo Sacramento.
Hacia 1888 cientos de jóvenes eran atraídos por el carisma de la adoración y el servicio. Las hermanas dedican día y noche a la Adoración Eucarística y de esta forma, inspirar su servicio hacia los hermanos pobres y sufrientes en los que se “revela el rostro de Cristo”. También las escuelas, oratorios, sanatorios y ancianos solitarios fueron motivo de trabajo apostólico de la institución.
Sin embargo, la crisis financiera, el ambiente hostil y la falta de compromiso de algunos sacerdotes para con la obra, hicieron que el P. Spinelli fuera obligado a abandonar el instituto y la Diócesis de Bergamo.
Entonces fue recibido por Mons. Geremia Bonomelli, Obispo de la Diócesis de Cremona. Desde la comunidad de Rivolta d’Adda el P. Spinelli continuó liderando el instituto de adoradores, los que al momento de su muerte llegaron a ser 68 comunidades.
Rodeado de una gran reputación de santidad, murió el 6 de febrero de 1913 y fue enterrado en la iglesia de las Hermanas Adoratrices en Rivolta d’Adda.
El P. Spinelli fue declarado beato por San Juan Pablo II el 21 de junio de 1992, en el Santuario Mariano de Caravaggio, y fue canonizado por Papa Francisco el 14 de Octubre de 2018.
En la actualidad el instituto tiene alrededor de 250 comunidades en Italia, Congo, Senegal, Camerún, Colombia y Argentina. En esos lugares se dedican a la atención de personas con VIH, huérfanos, drogodependientes, privados de libertad, entre otros.
Fuente ACI prensa